Sobre LA CUARTA FASE y EL SOLISTA

Posted by Eduardo Flores | Posted in | Posted on 15:05



El terror a lo desconocido, de aquello que no somos capaces de asumir como cosa real; a la existencia de un espacio dentro de nuestras mentes, deshabitado por nosotros mismos y al que, de algún modo, pudieran tener otros acceso; el miedo al mito de la vida extraterrestre presentado desde su lado más oscuro; el temor a todo esto y tal vez a mucho más es el objeto de La cuarta fase (The fourth kind, Olatunde Osunsanmi, Universal Pictures).

Alrededor de la entrevista que el propio director hace a la presunta psicóloga Abigail Tyler, se desarrolla, alternativamente, la intrigante historia reciente de ésta, de forma dramatizada en la carne de la exuberante Mila Jovovich, sobre el lecho que proporcionan unas presuntas grabaciones reales que pretenden servir de pilares a un relato que, aunque fantástico, se nos puede hacer creíble siempre y cuando el espectador se muestre dispuesto; al modo de la hipnosis, práctica varias veces repetida a lo largo de la cinta.

La película se sirve de recursos prosaicos como la división de la pantalla o de rótulos para diferenciar las supuestas imágenes reales de las obviamente ficticias. Medidas eficaces que emulan al documental y que por razones que no favorecen a la predisposición a ver la película no comentaré.

En una visión general, La cuarta fase es una película osada que sigue la estética de experimentos cinematográficos que van desde Holocausto Caníbal hasta The Blair Witch Proyect en los que la simulación documental sirve como pretexto para dar vuelo al plano más morboso de nuestra imaginación.

A favor de esta película he de decir que los medios empleados, ferozmente criticados en la mayoría de reseñas, consiguen con un bien alto o justifican un fin en el que el espectador ha de dar paso a la reflexión esotérica o si me permiten, sobre la más que probable vida extraplanetaria y sus posibles intenciones en tal caso.

No encontraremos en ella magníficas interpretaciones o diálogos que nos obliguen a la atención. Sino que se trata más de un ejercicio medido en el juego con las imágenes sobre el poso de la realidad o algo que aspira a serlo. Recomendable en cualquier caso aun si no es el género que más nos pueda llamar la atención, como es el mío.




A veces ocurre que entre el vasto cielo que nos impone el cine de proyección comercial, de pronto, un guiño de poesía se abre paso sin la pretensión quizá de dar más que una simple historia dramática y hermosa.

Es el caso de El solista (Joe Wright, Dreamworks SKG, 2.009), en la que un frustrado periodista, Steve Lopez (Robert Downey Jr) se topa con un músico callejero muy peculiar, Nathaniel Ayers (Jamie Foxx), que llama su atención al recrear, con un violín al que sólo quedan dos cuerdas, algunas notas de su músico preferido, Beethoven.

El hilo argumental que sustenta –a mi parecer bastante bien- la película, se inicia desde tal encuentro y se desarrolla en el camino de la laxa sutileza, con leves pinceladas de poesía visual, en algunos casos sinestésica, no dejando indiferente a los sentidos mientras se disfruta de una historia cuando menos curiosa.

Cabe destacar en el uso de los efectos o recursos cinematográficos el eficaz empleo del flashback como alternativa para mostrar el triste pasado del músico Nathaniel Ayers, así como los planos cenitales de una ciudad de Los Ángeles que se convierte en personaje imprescindible de la cinta, tal vez sin demasiado éxito; añádase un guión (Susannah Grant) -basado en la novela de Steve Lopez- bastante aceptable, enriquecido aún más si cabe con la interpretación veraz de los papeles protagonistas.

El solista nos invita a recapacitar sobre valores y aspectos de la vida como la amistad, la pasión, la enfermedad mental y desde luego, sobre el mundo paralelo que es la indigencia en nuestras ciudades.

Sugiero que no pierdan detalle de las retahílas sin sentido aparente que el músico Nathaniel Ayers vomita a lo largo de toda la historia en sus conversaciones con el periodista Steve Lopez.

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