La felicidad debe andar cerca.

Posted by Eduardo Flores | Posted in | Posted on 21:09

Tras la limpieza dominguera compartida y las labores propias del lunes que acecha como el animal implacable que resulta, han llegado de sus juegos y ocupaciones todos los niños que hasta hace un momento gobernaban la plazoleta y ahora, hacen lo propio con la mesa del comedor de casa. Cosas de esas que surgen espontáneas e increíbles en la vida “Son aquellas pequeñas cosas…” La felicidad debe andar cerca, no me cabe duda.

Qué lejos quedan estos momentos de la realidad imperante en nuestra sociedad: el panorama político y sus desgraciadas consecuencias: rebeliones madrileñas sin sentido en plena “democracia”, cuatro millones de parados –entre los que me incluyo con un inevitable sentimiento de vergüenza o qué sé yo- y después el mundo más allá de nuestras fronteras con sus ex presidentes asesorando empresas que explotan las riquezas de los países que años atrás invadiesen.

Si la poesía social y comprometida precisa de un marco injusto que la provoque, que no nos quepa la menor duda que la sociedad mundial pasa por los momentos adecuados para propiciarla. Pero resulta que los que leen poesía no son más que los poetas que la escriben y que, por supuesto, no van a sacrificar estéticas y gustos actuales por hacer lo que considero una obligación moral más allá de sus ridículas carreras literarias, que más bien dan pie al hastío del silencioso que sobrelleva el peso del mundo sobre sus hombros como si de un hijo extraviado se tratase.

Pero como digo, la felicidad hoy no debe andar muy lejos, y que, a pesar de ciertos sinsabores por circunstancias absurdas, la realidad parece ser menos dolorosa de lo acostumbrado.

Parón irremediable en los trabajos que me obliga la construcción de mi novela. Los visibles resultados que ya asoman por alguna de sus páginas llenan de alegría mis jornadas en sus momentos de ánimo aletargado. Es una aventura maravillosa sentir a su protagonista –de mis manos- pasear por su pueblo natal, enfrentarse a sus primeros conflictos, recorrer de algún modo los mismos caminos que me propongo, salvando las distancias que entre uno y otro existen. Todo está resultando un reto marcado en ocasiones por un tipo de pánico hasta la fecha desconocido y en otras, un divertido puzle en el que todas las piezas encajan por la evidencia de su diseño.

Últimamente escribo poca poesía. Tendré como una docena de malos poemas horneándose desde hace un siglo -por lo menos- en el corazón de este viejo amigo que es a veces mi ordenador. Siento estos últimos poemas como el inicio de una segunda etapa que, tras una primera y una prehistoria, me habla de una evolución que calificaría de satisfactoria. No me considero ni mejor ni peor poeta que antes, sino más bien se trata de tener más claro lo que se pretende en esta labor que espero no ensuciar más que algunos, que además de presumir de ello con los mismos versos repetidos mil veces, no se cortan ni un pelo a la hora de mostrar su cara más trepa.

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