me siento enfermo,
lejano;
montañas y nubes
se me aglutinan
infectando el medio
de la vida:
malditos orines,
lo concreto lo etéreo
se aglutinan,
tal vez
dibujando mi contorno
en el desierto:
suelo malvado
tras la lejanía de la patria
fértil que, fue
un cuerpo de señora.
su culpa
es culpable
de una tos causada
por nubes y montañas
y una compañera
que ni acompaña ni abriga,
pero abraza
puta y sigilosa.
ahora qué
enfermo y
delicadamente,
de mala manera acompañado
sólo me queda
tan enfermo,
de la patria lejos,
escupir
intentando alcanzar un albatros
o un cormorán
para después
seguir padeciendo
presto y
disciplente;
lejano
sintiéndome enfermo
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Eduardo Flores
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poema
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POESIA
,
verso libre
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9:18
Llega con una guitarra
de sonidos incandescentes y
bombardea el sol
la mañana:
Vuelvan a enfermar con vuestra prisa
vistan ceñidos trajes
y transformaros de nuevo
en viles humanos caducos
ya los árboles madrugaron
también la flor y la mala hierba
luce el rocío en las aceras
y pululan los insectos en la tierra.
Llega con una caricia
sincera de recién nacido y
abriga el cielo
la mañana:
lidien ínfimas batallas
pues el suelo no espera
y nazcan, vivan, amen, mueran,
en el verso del próximo segundo
ya los árboles madrugaron
también la flor y la mala hierba
luce el rocío en las baldosas
ya pululan, lánguidos, los insectos de la tierra.
Desde el vano de la puerta,
Erótica es la mujer:
la caricia humedecida que involucra
al acto inexorable, de rendición
ante una melodía de piel y hueso.
Desde el vano de la puerta
la habitación no es, no existe;
ella levita como diosa
sobre un lecho de fuegos paradisíacos;
la cubren sábanas delicadas
tejidas en los confines del universo.
Se siente observada: se agita
Lenta, suave y trágica.
Su amante, furtivo y desconocido,
la mira: la desea y
un leve gesto,
como su alma leve,
inmersa en lo etéreo de la pasión
acerca a su amante,
presa también,
de la ingravidez, de la embriaguez
y de la narcosis de unas telas opiáceas.
Su desnudez clama de él
la boca que le bese los pechos,
los dientes que muerdan su carne,
manos y dedos que la dibujen;
los vientos que
de los cuatro puntos cardinales
se infiltren por paredes y techo
erizando sus frutos.
Desnudos ambos,
ahora sí
ahora él debe concederle su ser mismo:
el don de las lágrimas
fecundadas por las ansias
de amor y sexo
de sexo y,
de amor.
Erótica es
besada, tocada por manos firmes y
abre por vez primera sus ojos
grises, como el reflejo
que la luna vierte sobre la mar tardía,
en noches de brujas.
Él, sus ojos, son ínfimas
llamas de vela al viento.
Ambas miradas, entre ellas, se nutren;
se entrelazan
como la sierpe al bastón, se abrigan
como ellos mismos;
ya no buscan otro lugar.
Es un joven manzano.
La habitación carnal
azotada por el monzón que mana,
de un te amo
de aquellos puros amantes
en el tiempo y en el espacio.
Llueve,
sobre sus cuerpos en flor
llueve, sobre la música de los violines:
gélidos gemidos, que de agudos
eclipsan los llantos del resto del planeta.
Erótica es víctima de la contorsión,
Su amante: rojo latido
besa cada pedacito de piel blanquecina
abordando su candente pubis,
como genuflexión sexual
a su divinidad de señora;
tiembla curioso el flagelo
abriendo la ventana del Edén;
obsequia con su aliento,
vaguadas sonrosadas
de labios delicados,
afrutados de saliva y esencia femenina.
Un ángel ríe y llora, llora y ríe;
de placer llora
y de placer ríe.
Una carcajada, genital, sonora
ensordece los ojos del amante,
apuñala su lengua y el momento es,
un eco que los dos piensan:
felicidad.
Gotas quedan,
Gotas de oro impregnan los pétalos de la cama:
aceite virgen
de sus pieles presurosas.
El ritual sucumbe al nervio:
Erótica baila, jadea sobre su amante;
Rítmica, desbocada,
amada.
Bien podría ser el lecho
mi mal distante regazo,
contemplar, darte mi tiempo
cubrir tu piel con mi manto.
Estás tan lejos mi fruto
mientras me bebo tus párpados,
contienen todo mi mundo
duerme bien será mi bálsamo.
Surcará suave la nieve,
recogerá mariposas,
y mi voz, si es que allí llueve
mecerá esta noche rota.
Mi vida, lejos te acuno
y siendo ya la mañana
la esperanza es el futuro
despertarás con tu mama.
Quiere al hombre que te abriga,
Paciencia, pues es mi espejo
el amor con que te mira
es mi virtud, a él te debo.
Florecerá el alma leve
dormirás sueños de rosas,
y mi voz, si es que allí llueve
mecerá esta noche rota.
No estés triste, vive y sueña,
coge mi mano distante
que junto a tu cara tierna
el sueño pretende darte.
Mientras que con mis caricias,
lejanas, yo te embeleso
apaga un poco tu vida,
mañana, no estaré lejos.
Surcará suave la nieve
dormirás, sueños de rosas
recogerá, mariposas
florecerá, el alma leve
y mi voz, si es que allí llueve
mecerá
esta noche rota.