Mahé Island.

Posted by Eduardo Flores | Posted in , , | Posted on 11:58




Amanecía cuando llegué

para ver una corona blanca, casi roja,

en las alturas, para oler cadáveres

de acera con aliento de tiburón.

El cielo gesticula con un batir de alas

queriendo gritar: ¡Alejaos!

Miran las macetas de cara amarga

al superviviente moribundo

de una noche que fue un susurro de colillas.

La compasión enmohece a los demás,

la melancolía es la noche.

¿Qué lugar es aquí donde las nubes

Son espuma de mar extraviada en otro mundo?

Aún sigue su baile despechado

un eco infinito de sonrisas.

Sólo los caracoles saben

dar los buenos días y el mar entonces

está al alcance de la lengua.

Bocabajo mueren los murciélagos.

Temblando de calor, Tiritando

de tristeza los borrachos o los marineros

se despiden para siempre.

La luz pide la palabra

que los corazones le negaron, pero

una canción permanece despierta

asida con sutileza por unos dientes manchados:

“Será mejor que te asesines

Si te encuentras y buscas un culpable”

Y yo respondo: en la mañana. En la mañana

ni entran a puerto

ni se hacen a la mar

los barcos que reposan su vientre

en la bahía. El alma de las piedras

podría ser un título de canción pues:

“Será mejor que no sepas nada

Para estar en paz con el sueño”.

Amanecía cuando llegué

y ya nada volverá a ser igual.

Millones de niños abandonados

salen hoy a la calle en una búsqueda

interminable, imposible, dolorosa.

Llevo ahora los pies mojados como de angustia.

Tampoco quieren marcharse

los mercantes atracados

en el puerto de la esperanza.

No hay cura posible para los relojes,

para las cadenas,

para los verbos, para el mar.

Mientras los acantilados entonan

su balada última al náufrago

los horizontes abren sus puertas.

Una lluvia de estachas

acribilla oblicua los caminos.

Si nos bastan los besos escupe mi lengua,

si los exclamativos pezones,

si la violencia en las montañas

y el caramelo bajo el pubis

no te sacian, no te son infinitos,

¿Qué otras oraciones puedes inventar?

Aquí la lluvia sólo moja los tobillos

con la más auténtica de las angustias.

Alguien trajo un poema,

murió de pobre.

Él mismo volvió después

armado ahora con un libro de versos,

pero estos, también de pobres, murieron.

Media vuelta y avante

si un serviola descarado grita:

¡Tierra! ¡Tierra a la vista!