Entonces.
Posted by Eduardo Flores | Posted in | Posted on 12:59
Quise visitarte. Me presenté
en tu morada y dije: soy yo,
este hogar que ves. Entonces
comencé mi viaje a través
de unos ojos indómitos
navegando la noche caminado el día
por venas y arterias.
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Al pasar por la boca
Fatigado de latidos me di
con un paladar sereno
de piel amelocotonada y tenue.
No me quise detener y reías.
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Seguí de pleno en mi periplo
fantasmagórico de cuevas
para dar con una fuente
en la que no se admitían monedas.
Era tu corazón, y en el intento
de abrazarlo, me golpeaste.
Déjame ser tu poeta en esta noche
Para no ser yo, para ser en ti;
Para hacer tu voz la mía y clamar
De entre la sombra y la niebla,
Como el mío propio, tu deseo.
No me pueden decir ustedes -seres invisibles, tal vez mera invención, pura fantasía- que aún no la conocen. Ella es, sencillamente, una criatura de apariencia inanimada. Una flor fósil, una esclava del sonido y de la serpiente. Juanita Desamparo, cuyo nombre hace honor a una figura poética predilecta para mí, la paradoja, vuelve a las andadas tras el desgraciado accidente de uno de sus seis vilipendiados ofidios. Pensé que sería más dura; algo así como la ex mujer que se niega a ser tocada finamente por uno, inhibiéndose de su responsabilidad de amante por orden emocional vinculante. El caso es que uno, a pesar de ser una derrota sentimental, aún sabe jugarse la boca y como no, los dedos. Así fui desterrando a la maltrecha pitón accidentada, haciendo de su sitio el de otra, más vieja pero experimentada, curtida en mil falsetas de bulerías; sí, sí, todo un lujo. Una vez el reparo materializado y mi señora luciendo nuevo look, mis pobres notas malsonantes volvieron a crepitar entre las paredes de este refugio que ya era casi un solar de la pasión. Mientras escribo estas líneas de alegría, ella, que se sienta junto a mí en el sofá, resplandece entre el aire viciado y caliente de la pesadumbre.
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Le he recitado aquel soneto que hace algunos días colgué por ahí abajito, y que le escribí pocos días antes. Sonríe cómplice, pero con el consejo en su mano, de que hombre precavido vale por dos. Habrá que hacer acopio de serpientes, habilitar un nuevo cajón.
Por qué no quedarnos dormidos
Las manos bajo la almohada, la vista
Agotando luces sobre otra vista
Las muelas reposadas sin herir.
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La noche es más justa cuando se es acompañado
De ajenas bellas sinfonías con sus cuatro movimientos
Paralelos, rumbo al letargo misterioso de caer.
Todo es más triste o más alegre en la noche de unas sábanas.
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Por qué no quedarnos dormidos
Los pies entrelazados con otros
Desdeñando facturas de muerte
La boca callando, callando la boca.
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Será tal vez tributo al silencio, quizá a los sonidos
La pausa inexistente entre dos caricias y un beso
Antes de saborear penúltimos alientos agotados
Y se nos vierta el somnífero telón de lo extraño.
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Por qué no quedarnos dormidos
El pecho latiendo al colchón
Raíces de ayer, frutos que serán mañana
Tan sujetos al sueño incipiente.
Los males de este mundo se deben en menor o mayor medida a las ideas.
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Y después de escribir esto, uno piensa: ¡vaya chaval, cómo te columpias! Sólo un instante después la figura paradójica se siente clara y firme frente a los ojos; como el torero, sabedor en el momento justo de la cogida, que en su arte la muerte es la única realidad posible.
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Me pregunto qué pensaría sobre esto nuestro último y tristemente, héroe de las Españas. Y se le puede dar tantas vueltas al asunto como tiempo se disponga para ello. Una vez más las ideas trastornadas a ideologías han vuelto a hacer de las suyas dejando como producto –palabras de la reciente esposa malherida de muerte- “dos huérfanos y una viuda”. En otro lugar de la piel de toro europea, humeante aún el cadáver de un padre y un esposo, ciertas criaturas despreciables vitorean dichos humos, mientras se condena el cobarde homicidio en la declaración de un juicio por terrorismo.
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¿no deben ser acaso las ideas, arena y limo, veredas que nos lleven a la libertad? ¿qué tipo de credencial o peso puede dar la muerte a una idea? Y retomo el inicio de esta entrada abrumado por la más estúpida de las confusiones, sin pensar tal vez que, razonar los motivos del terrorismo no lleva más que a eso, a un tipo de caos interno que imposibilita los sentidos que pudiese adoptar el pensamiento en otros temas. Súmese la impotencia y que uno, hombre de armas como aún me considero, se prestaría a la batalla de forma completamente gratuita, con el ánimo y la destreza superando al que pudiera antaño mostrar en otras.
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A todos y a cada uno de los partícipes en el último atentado de ETA: ojalá que viváis eternamente.
Al hilo de la entrada anterior.
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Casi es un insulto pensar que en mi situación actual se hace más que difícil, tener el ánimo y el poderío necesario, para ejercer la vocación frente al ordenador y acompasar palabras, unas con otras; pensando sobretodo en mis mayores ya difuntos que tanto sacrificaron por sus universales LETRAS. Que además la cosa salga bien ya sería harina de otro costal. Y claro, uno piensa, de súbito, en los señores gobernantes y demás patrañas politiqueras. Me pregunto qué hacen mientras mi envilecida persona prepara unas oposiciones, sin gota de vocación alguna por el posible destino a que me lleve ésta, y debatiéndome por dar con el empeine bien afilado, al tocho de ciencias jurídicas, socio-culturales, técnico-científicas, y tal y tal; o por agarrar del lomo con la delicadeza justa, un buen libro de poemas, o Evaristo Carriego de Borges, o yo qué sé, terminar por fin con la novela de mi buen compañero Manolo Álvarez que leo lento por andar con la lupa del buen amigo, y para que el pasado no se me atragante demasiado en su lectura.
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Hoy me siento demasiado lejos de la poesía. Demasiado lejos. Aunque también es verdad que entre ripios soneteros, también voy dando con el pincel tratos de cariño a nuevas y viejas composiciones. Sé que es pronto, pero cada vez veo con más claridad, que la única salida posible a mis letras se esconde por aquí, entre los bytes emprestaos –como se dice en mi barrio- de los que hago uso en mi blog. Puede incluso, pienso, que sea la única salida real y posible para alguien como yo, poco amigo de las relaciones personales de cuyo uso vaya más allá de la mera amistad, sea cual sea el grado de ésta. En el caso contrario, ya saben, se encuentra “el camino”.
Y de tal modo me nombro, no porque me lo crea sino por los que alguna vez así me han llamado, por no faltar al respeto debido, a los que aún después de abandonar el cuerpo, siguen así llamados y aclamados a las filas del pensamiento impuro e inexacto, pero balsámico, en lo cotidiano de una cocina, una calle, un salón, una cafetería, un pijama de rayas sin bola de acero.
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Cuentan los juglares temerosos de Dios, que estamos en campaña electoral. “¡Qué bien!” podría pensar uno, tras cavilar sobre el tema e inflando de esperanzas el corazón en tragicómico acto de desmesura. Además, cuentan también éstos, que esta vez se juega en Europa. Vaya, que la cosa es aún más seria si cabe, porque, si echamos un breve vistacillo atrás en el tiempo, la cosa esta de elegir personas de todo el continente para que nos ajusten el reglaje de los taqués, se me antoja poco menos que impensable. Lo peor viene cuando, después de recibir la tan estupenda noticia, uno fija atenciones sobre la mencionada campaña, y oye, que encuentra de todo. De todo menos Europa, de todo y sobretodo, mierdas arrojadizas sobrevolando la península en todas direcciones. Los mismos que han de ajustarnos el climatizador, sacan brillo a las corrupciones ajenas mientras embetunan las propias. Entonces pasa lo de siempre, el desengaño y la desilusión democrática se nos asoma por el tragaluz, convirtiendo la soberanía nacional residente en el pueblo, en la mayor de las indiferencias. Sustituye la palabra poder donde debiera leerse responsabilidad, y obtendrás el objetivo de otra nueva campaña electoral.
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Después de todo puede haber quien diga que tenemos los políticos que nos merecemos. Y no sin razón. Que una ciudad, por ejemplo, del sur de España, yo qué sé, cualquiera, se tire a la calle en tromba; todos a una enarbolando banderas, unidos por una misma voz, con la más sincera de las pasiones depositada en una misma creencia; tenga como fin la celebración por el ascenso de categoría de su equipo, mientras permanece inmóvil ante los índices de paro más altos de todo el País… pues eso, que me da en pensar que tal vez sí, que nos los merezcamos.
No sé si será simplemente tristeza resumida en verbos intransigentes, lo que sin el más mínimo sentido de la piedad se nos dibuja allá a lo lejos, ondeando torpe y sobresaliente, en el filo del cuchillo que es el horizonte. Puede que también "Nos sobran los motivos" acústico, con otra "Juanita Desamparo" -nombre de mi guitarra- reverberando en la ausencia que es este piso vacío, se me clave en el incierto punto de la médula que día a día me destruye, o me perfila mirando al mar, como alguien hiciera alguna vez desde la Torre Tavira.
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En cualquier caso, tengan mis amigos, poetas al fin y al cabo; los que lo saben y los que no, los que en algún retazo de la manta tomaron café conmigo, los que ya no gozan de cuerpo presente para hacer el amor con los ojos,... tantos. Sí, a vosotros, apasionados compañeros en la corrida donde cornea el verso vertiendo la sangre en las tardes de la madrugada: Luis, Charo, Manolo, Valero, Fernado, José Aurelio, Chencho, María,... Miguel, Antonio, Charles, Francisco, Ángel, Pablo,... Y tantos otros.
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Tengan un humilde presente.
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No pretendo morir en tierra seca
sino en esta miseria tan amable:
esta alegre ribera inalcanzable.
Me torturé los pies con la hipoteca
que nos concede el mar como otra beca
para poder seguir el inestable
rumbo y ritmo, el camino deplorable
del ser que de continuo vive y peca.
El firme serpenteo driblo puestos;
estratégicas casas de mentira.
Y vomito unas bilis cuando paso:
¡Pero en qué coño piensan todos estos,
quemándose sus vidas mientras gira
la suerte de las letras, sin ocaso!
ante la exquisitez hoy descubierta,
incipiente manjar; los humedales
femeninos clamando mis labiales
caricias, al secreto de su puerta
me vi. La habilidad un punto incierta
despejé muslos, quise ver tales
disfrutes al sendero de frutales,
temblores de mujer soñar despierta.
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Qué cosa de sabores éste vicio,
aunque más a mujer el beneficio
-no levantes la cabeza- sugirió.
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Y entre tantos gemidos, en mi oficio
depositados tiempo y suplicio,
con agua de su orgasmo me duchó.
Para Luis,
con el afecto y la admiración,
como firma a su defensa de la poesía.
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http://luisgarciagil.blogspot.com/2009/04/defensa-de-la-poesia.html
Perdió la calle
en el fatal proceso de las gentes
toda la poesía que le quedaba.
Volaron las almas desoxigenadas,
la savia pícara e imprudente.
Se esfumó
el cortejo del vida-andante
con el asfalto enloquecido;
las carnes de gallina,
y los salmones
de las grandes avenidas.
Si alguna vez pierdo
al igual que las aceras y las farolas,
la pluma crédula y ansiosa,
la mar vertiginosa,
No me dejen vivir
porque ya habré muerto.
No encontrarán los ríos mar, ni vuelan
En los cielos los pájaros. Sostiene
A la pasión erguida mas se abstiene
El amor por las calles donde velan
Despiertos los demonios. Hoy cincelan
En la ciudad del bien el mal que viene.
Nada ni nadie existe ¿quién detiene
La inercia de desastres que modelan?
Se confunden los hombres con el mono
En el llanto, ciudad de los pesares;
Donde mi pluma apunto y encañono.
Se confunden las víctimas en mares
De feroces verdugos, de abandono
Los dioses se disfrazan de juglares.
Eres algo bello cuando lloras.
Tensas mejillas son impregnadas
por la miel pegadiza
que mana de los más tristes manantiales.
Lloras. Y me urge
la sensación de que el mundo
que gira rabiosamente
puede sentir tu dolor
como lo hago yo.
Pero es tan hermoso cuando lloras.
El momento se hace poema
Melancólico; Angustiado
el aire se desgarra y se encoge
y yo lo siento, cruelmente lo disfruto.
Me lleno de tu llanto, se abren mis sentidos,
puedo tocar la hiriente melodía
que es tu tristeza
hecha momento, y hecha espacio.
No pidas que te consuele,
conserva este estado
porque jamás conocí más pena
que la que se hace tu paisaje
con tu lamento con tu quebranto.
Escapa el aire entre tus dientes.
Intentas hablar
al compás de lacrimógenos espasmos
de tu sollozo tierno
de esta seda hecha jirones.
Volveré cada día a verte llorar.
Tu amargura es la lágrima
y la lágrima la fiesta
de la pasión puesta en tu llanto
despeinado, agónico, latente.
Eres algo bello cuando lloras
y lo haces como cualquiera.
...Ouanaminthe nos arrojaba a nuestra cara civilizada occidental y prepotente sus garras de animal herido nato. Quema el suelo, el silbido de las piedras que esquivamos a duras penas mientras corremos: perseguimos, huimos. Duele el aire que se mezcla en el punzante sabor a sangre al entrar apresurado en nuestro interior. Es hora de largarse de aquí ¿a qué coño están esperando? La jerarquía, la escala de mandos, ya se ha desvanecido entre el humo de los botes que la desesperanza escupe. Ha ocurrido otras veces. Quizá, para la gran mayoría de ellos, es la primera vez y ves en sus rostros el pánico y éste convertido en rabia mientras golpea a su presa en el suelo. No era ni la primera ni la segunda, tampoco la tercera… quién sabe. Hace rato que la situación se nos ha ido de las manos, desde que dejamos la cama pienso. O bien, cuando contando tan sólo cuatro nosotros, contábamos cientos de ellos esperando en la frontera: ¡la que se va a formar!
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En las afueras del cementerio: calma, cigarrillos, y algún que otro chiste sobre lo que creíamos podía haber pasado; en el mismo lugar poco rato más tarde, el silbido de las piedras que esquivamos a duras penas mientras corremos: perseguimos, huimos. Y golpeamos y nos golpean, pero no duele porque ha de dolerles a ellos más que a nosotros.
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Le sigo continuamente. Soy el conductor de la patrulla y ello me permite la justa libertad de movimiento que mi experiencia requiere para ser del todo eficaz. Un Leónidas arrogante pero con cojones, pienso mientras le sigo, asaltando esquinas y golpeando. Ponemos presillas, golpeamos de nuevo y entregamos a la UNPOL. Qué manera de morir más estúpida...
A los que olvidan el corazón
Entre las cuadernas de la mujer y del hombre,
Y agotan, apenas el mínimo soplo de espíritu santo
Entre grandes hermanos y carroñeros
Del interior del bruto producto de los dioses.
A los que niegan que la vida
Quizá pudiera discurrir por otros senderos
Alejados de los pavimentos establecidos
Bastardos del adoquín y del caminante.
A señores de cara infinita, a señoras
De poca solvencia pasional, a los niños
Que hipotecan realidades con realidades
Irreales. A ti también en tal caso
Si vistes pupilas con lentes de indiferencia
En lugar de existir ignorando los semáforos del clima.
Al malhechor que no se involucra
En el sexo sin condón si le apetece
Sin saber que quizá, la muerte será lo peor
Que le aguarde al otro lado del orgasmo.
A nosotros pequeñas partículas del racimo
De la bomba del cuerpo del ejército del imperio
De la dañina humanidad del ser humano,
Que no ignorante pero sí hipócrita
En el nacer y en el vivir.
A las sotanas empleadas en alejar
La palabra de Dios. En alejar a Dios
De los dioses de la inocencia, a los que
Adoctrinan la obra a los obreros a sabiendas
Que el ladrillo maltrata el lumbar
Y la vida no es vida más allá, aunque tampoco
la sintamos a veces en los ojos del más acá.
A mí mismo si rendido rindo mis hábitos:
Amar y odiar, en cumbres rabiosas
O en oscuras simas sinceras de carne viva.
A todos, sugiero dejen libre la ribera;
Apártense del andén de los que sueñan.
A los consumidores de tiempo y espacio
A abandonar las públicas vías de la razón
Cegada invito, por la inercia inefable que bulle
Por las aceras que nos llevan a morir.
COMO DOS ANIMALES
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Niegan la terca brisa del temor
tenue, de haberse dado en el lugar
precoz y tempranero para sendas
imbéciles criaturas del camino.
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Sólo existe el espacio si se cede
para ser invadido por la ofensa
tenaz, de un presuroso colindante.
Es lo justo batirse, desenfundan:
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ya los ojos recorren lo capaz,
ya las manos se sueltan libertinas,
ya la boca deslengua el aire preso:
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“con Dios”; “muy buenas tardes”; “hasta pronto”.
Caducó la estrechez de lo cercano,
Se quebró lo creado y, luce el sol.
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LETRAS DEL SIGLO XXI
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No pretendo morir en tierra seca
sino en esta miseria tan amable:
esta alegre ribera inalcanzable.
Me torturé los pies con la hipoteca
que nos concede el mar como otra beca
para poder seguir el inestable
rumbo y ritmo, el camino deplorable
del ser que de continuo vive y peca.
El firme serpenteo driblo puestos;
estratégicas casas de mentira.
Y vomito unas bilis cuando paso:
¡Pero en qué coño piensan todos estos,
quemándose sus vidas mientras gira
la suerte de las letras, sin ocaso!
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CON ESTA BRUMA
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De nuevo sumo y sigo pero en sombra
delicada, y no niego que tranquilo
ando buscando tablas del sigilo
en títulos; relato que renombra
mi piel y mi cariz. Claro, me asombra
el crecimiento y cambio del estilo
que al contar cuentos “cuenta de la alfombra
que es inerte en su estar…”, se pone en vilo
el hombre frente a mí; puede escuchar
la historia que crepita con la pluma
y los labios sencillos de mi hogar.
Entonces puedo ver la cierta suma
de una letra más otra. Acompasar
los hilos y crecer, con ésta bruma.
En este mundo en el que vivimos aun existen locos idealistas que creen en la Cultura. Individuos que desean plasmar sus sentimientos, sus experiencias vitales, sus sueños o sus locuras en un papel. Que desean llegar a los demás a través de la letra escrita. Pero, desgraciadamente, no todos tienen la posibilidad de ver sus escritos publicados. Algunos, los más, nos conformamos con que nuestros relatos –mejores o peores- vuelen por el mundo de lo virtual. Pero, de vez en cuando, aparece un soñador que te embarca en su locura.
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Eso me ha pasado a mí, y ahora soy yo el que deseo embarcar a otros. En un camino a la Literatura desde una revista, nacida en Cádiz. A punto de nacer. La revista EXILIADOS DE MACONDO parte de una premisa: ser un punto de reunión, un lugar de encuentro para aquellos que aún desean seguir soñando con letras escritas en viejos y ajados papeles. De aquellos que aún se sientan frente a un libro sabiendo que lo que sus páginas esconde será su camino durante unos días.
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Pero todo lugar de encuentro necesita personas dispuestas a encontrarse. Hoy abrimos un sueño a todos los que nos leen. Una revista. Un ambicioso proyecto nacido de la humildad. EXILIADOS DE MACONDO deja sus páginas en blanco para que sean llenadas por aquellos que, como tú que has seguido leyendo hasta aquí, también sueñan con ver sus letras, dentro de muchos años, entre viejos y ajados papeles.
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Si escribes y te interesa participar de esta locura tan cuerda, no lo dudes: exiliadosdemacondo@gmail.com
La húmeda estrategia para el deshielo
es el lugar
anímico del tiempo
donde se confunden
tu verdad y mi mentira.
O viceversa.
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Porque un golpe de tal calaña;
ese poema matizado con saliva,
no es criatura resultada
del amor o del odio
o de ambos a la vez.
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Y puede manifestarse
como terrible torbellino de tempestades
o una simple ola de mar
acariciando a su playa.
Un quejido.
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Un quejido y mueca
sin pronunciar una sola palabra;
la loca verborrea de las lenguas,
un dibujo de labios
distorsionado por el ruido
de otros labios.
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Por lo general,
todo un desagravio
para la respiración.
Hacía días que el calor ya nos había abandonado del todo dando paso a una suerte de lluvias intensas. Azotes como reprimendas a una tierra ya castigada de dolores, uranios y llantos, por la siempre estúpida condición humana. Esa mañana, seguramente algún compañero, debió de dibujar en ese mismo cielo, un sol pleno pero carente de sus propiedades más necesarias.
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No había dormido en toda la noche y la claridad de la incipiente mañana invitaba al paseo. Aproveché para acompañar a Ricardo en la revisión temprana de la valla y los muros que limitaban el observatorio. En cierto momento quedé rezagado contemplando el lado israelí. No era la primera vez que digería las dos caras de la moneda divididas por un horrible alambre de espino. No me sorprendía. Confirmaba la idea de una realidad que no es real para aquellos que creen vivirla a diario en sus preciados primeros mundos.
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Tímido, una sonrisa que saludaba o tal vez se disculpaba, se acercó desde el extremo de los vencedores, uno de los soldados que custodiaban lo que nosotros bautizamos como “la estrella de la muerte”. Un inmenso bunker que recodaba a los viejos y abandonados casamatas de la tan lejana por aquel entonces costa atlántica gaditana. En éste caso, la parte que se erigía fuera de la tierra gozaba del tamaño de un edificio de tres o cuatro pisos. Resumiendo: una monstruosidad de hormigones y aceros provista de todo tipo de tecnologías defensivas y de observación. Después de todo, tan sólo era una de las muchas réplicas que brotaban cada tantos kilómetros a lo largo de la ilegal Blue-Line.
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No quisimos hablar de la guerra. Supongo que a ambos ya nos parecía bastante surrealista estar hablando desde sendos extremos del mundo. Intercambiamos opiniones sobre la climatología del lugar y de lo apetecible que se presentaba la mañana.Le ofrecí un cigarrillo. Un Marlboro y, mientras yo encendía el mío, y él aceptaba el que yo le ofrecía, caí en la cuenta de lo curioso de la situación. Por lo que pude saber, el Marlboro que comprábamos en suelo libanés subvencionaba directamente a la complejísima organización de Hizbullah, inmediato enemigo del Estado de Israel en las tierras libanesas. Gastamos la mayor parte del tiempo de nuestro breve encuentro en otearnos discretamente, y en pasear la mirada a nuestro alrededor: yo, subía la vista desde un campo de cultivos por una ladera, hasta detenerme pausadamente en unas ordenadas columnas de carros de combate que roncaban en lo que en el argot militar se denomina como cresta militar, sin llegar a la parte alta de la elevación. Él, escudriñaba lo que la vista le permitía nuestro miserable puesto de trabajo y cama.
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Antes de despedirnos para toda la vida se interesó por nuestro bienestar en la zona. Apuntó que desde “la estrella de la muerte” habían observado movimiento de presuntos militantes de Hizbullah por las cercanías de nuestro observatorio durante las noches, cosa que ya sabíamos y que contribuía a nuestro noctambulismo voluntario, a pesar del cansancio. No dije nada al respecto. Le di las gracias y nos dimos la mano con un guiñar de ojos.
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En estos días, en los que la sangre mana del piso y el armagedón se sucede a diario en los lugares donde más cerca se está del cielo y del infierno, escucho con asombro las distintas opiniones de los diversos analistas de los medios de comunicación. Tratan de explicar al mundo lo que ellos mismos no consiguen entender del todo. Presentan a Hamas como un simple y desorganizado grupo terrorista, y al ejército israelí, que es toda la población, como meros genocidas. Quizá, si estos lamepapeles morbosos terroristas de la opinión pública, deslenguados ineptos, todos académicos doctores honoris causa, pasaran una temporadita buceando con la complejísima pesacadilla que muerde su cola de forma desesperada, entenderían, que para ciertos pueblos la supervivencia, salvando las capacidades económicas, depende de morir o matarse con su inmediato pueblo vecino.
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