Recital flamenco de Miguel Poveda.

Posted by Eduardo Flores | Posted in | Posted on 15:09

Sin hacerse notar -la oscuridad necesaria silencia de esperas el coso- cuatro pares de manos privilegiadas, la percusión de carne y hueso junto con dos rabiosas guitarras, hacen su aparición sobre el escenario de la plaza de toros de Las Palomas. Es Miguel Poveda quien toma asiento entre tanto arte y sin que el corazón pueda estar preparado para aprender una vez más que Dios existe, que juega con nosotros através del flamenco. Todos al unísono se arrancan hacia el cielo del Campo de Gibraltar disparatando de volantes las faldas de las nubes.

El cantaor y uno mismo jamás han compartido más palabra que un saludo casual en unas circunstancias también muy casuales pero será la magia del tablao, quizá un elaborado estudio de las artes escénicas o que la provincia de Cádiz se gana con lo propio, es por alegrías de Cai, unas alegrías muy de Camarón, muy de la Bahía, con lo que Miguel nos introduce por su viaje sutil sobre los palos tradicionales. Por si la borrachera en sus inicios no bastase por sí sola, una gitana viaja, quiero decir, una señora sabia de lo suyo y de todo los demás, se presenta sin presentarse y se regala al levante suave en un caracoleo de manos, en un taconeo universal y propio, que agita las multitudes al extremo de la emoción. Señoras y señores ¿no ven que esto es una fiesta? ¿no ven que el precio de la entrada es un trámite de protocolo? En ese momento uno sabe que en la voz del maestro, el palmeo y la percusión y las guitarras, son en exclusiva para mí, que será todo guardado en una mochila que viajará a lugares remotos, que me insufla la vida que demando. Miguel Poveda es cantaor. Sobre todas las cosas.

De la seriedad emotiva de unos cantes por tientos a la seriedad de un tiempo que no se olvida y que se rescata rejuvenecida más flamenca que flamenca y actual. Miguel no puede cantar copla. La copla se recrea en el aire y en los oídos desde su boca, la transforma, la convierte en nuevos vientos que no suenan a nada conocido y que sin embargo él se empeña en reivindicar para sus originarios valedores, sus propios creadores y las voces que en femenino le dieron más vida que nadie. El maestro da una lección de humildad no fingida. Sabe las carencias de su palabra sin el compás del cuadro. Por ello, en la copla dice más que en sus propias letras cuando en la interpretación el traje para el momento se hace como la piel de un animal invertebrado que trata de explicar con su simple fisionomía la asignatura de los sentidos a un público de recién nacidos ávidos de conocimiento.

Cuando llegó Jerez, sus bulerías y Chicuelo hizo aquello por lo que es hoy quien es en el mundo de la guitarra española, aún muchos llorábamos sin querer el fin del homenaje que el joven maestro alumno, había dedicado a quien tanto debía y con quien tanto hubiera querido. Enrique Morente, desde dondequiera que esté, palmeó incesante toda la noche, orgulloso por cuanto pudo hacer por aquel muchacho que reventó el famosísimo Festival de cante de las minas en La Unión. Ya digo, las bulerías ya nunca serán igual tras haber degustado el directo de Poveda, grande también en este palo como en todos los demás. No pasó inadvertido los feos gestos propios del público del género hacia el cantaor David palomar en el sentido de difíciles comparaciones, quizá, de lo poco reprochable a los presentes.

El final no fue un final porque acabó en fiesta gitana. Si alguien salió de la plaza insatisfecho uno no puede más que lamentar muy poco conocimiento o una falta total de corazón.

Miguel Poveda es flamenco nuevo. Celebra la tradición como nadie dando el toque justo de modernidad que tantos buscan en fusiones más o menos imposibles como es el caso del ya olvidado Pitingo y su ridículo Killing me softly. Se hace más que notable que su estudio del flamenco ligado a un innato talento para el arte, llámese duende, han dado en la persona de Miguel Poveda un paso evolutivo apenas perceptible y que por ello es más original. En fin, el recital de ayer noche en la plaza de toros de Algeciras confirmó lo que tantos buenos entendidos llevan años diciendo: España tiene un payo muy gitano, joven, que mantiene el arte flamenco, patrimonio de la humanidad, en la misma línea en que fue elevado por los nombres hoy inolvidables de Camarón de La Isla y Paco de Lucía.

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