Felicidad, qué bonito nombre tiene.

Posted by Eduardo Flores | Posted in , | Posted on 10:12

Esta gran amiga, casi una desconocida cercana, me reitera una segunda o una tercera vez, que no podemos exclusivar el origen de nuestra felicidad a una persona. Llevo días pensando en ello, quizá demasiado y el mismo hecho, me obliga por vez primera a pensarlo por escrito que, sin ser mejor o per manera de hacerlo, sí es diferente y por tanto, una gota más al vaso que lleno, nos permite saborear cierto espejismo de lucidez.

Mi amiga, como buen ser humano, derrotada, lucha con la esperanza de que sus propias palabras, se derritan en un futuro no muy lejano por su propia antítesis, aunque de momento, expresar tan poca confianza en el prójimo, le aporte la supervivencia emocional que le permita seguir adelante.

No se lo hago saber deforma directa, y a pesar de que abrazaría tal pragmatismo sin dudarlo, mis visceras no me permiten estar de acuerdo con ella. Mi breve respuesta pública -por espacio y formato- a esta cuestión, me lleva a la típica pregunta de encuesta barata: ¿Qué da la felicidad? ¿El dinero, el amor, la salud? Ya digo, muy breve, respondo con ota pregunta: ¿Acaso es posible disfrutar de estos factores en soledad? Hablo de una soledad -cómo diría- casi espiritual, nada que ver con la compañía física, al caso, un arreglo un placebo puntual, pero que no resolutivo.

En este asunto no se trata de sentar cátedra, ni mucho menos, porque el que escribe es consciente de la complejidad que implica el sólo hecho de mencionar la palabra felicidad. Algo que sí me gustaría, el motivo final de estas públicas divagaciones, es abrir el debate. Invito a aquellos, ocasionales y habituales, lectores de L.M.D.S, a que expresen su sincera opinión sobre tales delicadas profundidades. Desde ya os animo. El resultado, de antemano, se presume interesante.